viernes, 20 de agosto de 2010

Y fueron felices por siempre

Sí, tengo ganas de llorar. Y cuando te agarra, te agarra viste. Bueno, hay gente (como a mí) que le encanta llorar, es lo único que te libera a veces. Pero no le encuentran sentido los demás. Sentido a mi tristeza repentina y a que se vuelva tan cotidiana. Pero sin tristezas, la vida sería muy aburrida, sinceramente. La felicidad nunca te llena, y nadie logra ser feliz de por vida. Esos cuentos de "happily ever after" nunca te dicen la verdad.
Seguro que ella se va con el principe en el corcel blanco y a los 50 metros recorridos ella le empieza a criticar que le está arrugando el vestido. Ahí, él le reprocha que, si la acababa de salvar, que lo trate mejor porque se lo merece. Se pelean todo el camino al castillo, la amenaza con dejarla en el medio del camino junto con las criaturas de los bosques y la pelea empeora. Cuando llegan al castillo se empiezan a gritar tan fuerte que se excitan y tienen sexo de reconciliación. Ella queda embarazada y todo parece color de rosa. Hasta que a los dos, tres meses, empiezan las quejas, las hormonas se revolotean y él escapa de vez en cuando, detrás de la excusa de ir a cobrar unos impuestos al rey, a un bar, donde bebe cerveza de manteca con un cíclope que por más que tenga un ojo, tiene dos orejas, las únicas que lo escuchan. Meses después: el parto. Todo se calma, felices con el nene bla bla bla. El sexo va cada vez siendo menos frecuente, ella se descuida, él también. El nene se convierte en un adolescente que les da otro motivo para taponarse los oídos con cualquier cosa que tengan a mano. El sexo ya se vuelve algo inexistible, él se empieza a acostar con la plebeya. Ella se da cuenta y, como sabe que así de descuidada, sin interés por la vida y su hábito de emborracharse con las ninfas de los bosques, simula una sonrisa (que no era la primera que simulaba) y sigue con su vida, total, con o sin él, no cambiaría mucho. A un cigarrillo de acabar el paquete, ella se está por ir a acostar ya que su marido no llega, y cuando por fin llega, le dice que se marcha del castillo (que ahora parecía una choza, porque lo único que hacía la plebeya era acostarse con el "príncipe") y que le va a mandar un cheque por mes. El adolescente se vuelve un hombre y pierde total interés en su madre (que no tenía ni interés por ella misma). Y termina sola, desgraciada, sin interés por la vida.

pero comiendo perdices.

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